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La película fundacional de la automoción patria es Ya tenemos coche, dirigida por Julio Salvador en fecha tan temprana como 1958. No en balde el guión es de Pedro Masó, siempre atento a las preocupaciones de la naciente clase media y a los pequeños cambios que se operan en estos años en la sociedad española. Se suele asociar el 600 al coche estudiantil de la época de oro del género: los sesenta. No hay para tanto. Aunque se suele mencionar en las filmografías, el 600 brilla por su ausencia de una película inaugural como Margarita se llama mi amor, dirigida por Ramón Fernández en 1961. La Ciudad Universitaria madrileña donde tiene lugar la historia aparece como un páramo automovilístico, con sus avenidas desiertas. Salvo el despampanante deportivo rojo -un Seat 1400 cabriolet carrozado por Pedro Serra- de Margarita (Mercedes Alonso), que para algo es una chica pudiente, el resto de los estudiantes se tiene que conformar con la moto con sidecar. Esto los que tienen cierta autonomía porque el medio de transporte por excelencia es el tranvía y para trasladarse del Colegio Mayor a la facultad recurrirán a medios de transporte tan variopintos como trepar al camión cisterna del Ayuntamiento. Para el hijo universitario de La gran familia, en 1960, es más un sueño ligado a la licenciatura y para los estudiantes salmantinos de Nueve cartas a Berta constituye el sustituto posible del coche “de verdad” al que les gustaría acceder. Con el cambio de década las localizaciones estarán plagadas de seiscientos, pero siempre como un telón de fondo rugiente. Si acaso, como objeto de compra-venta por parte de algún desaprensivo. Vale como ejemplo Las secretas intenciones, de 1970. Jean-Louis Trintignan persigue a Haydeé Politoff por la Castellana. Él conduce un estupendo descapotable; ella lleva un ciclomotor. Los seiscientos son sólo vehículos a sortear durante la persecución, estorbos para su encuentro. Desde finales de los setenta hasta hoy, el seiscientos se ha convertido fundamentalmente en un elemento de ambientación. La aparición del “seílla” sitúa la época de la acción y adquiere tintes sociológicos. Tomemos como ejemplo Torremolinos 73, dirigida en 2002 por Pablo Berger, donde Alfredo (Javier Cámara) y Carmen (Candela Peña) triunfan con el porno casero. Sus primeras inversiones serán un abrigo de pieles y un 600 E. Viva la clase media, realizada por José María González Sinde en 1979, retrata la lucha de la juventud burguesa de los años sesenta en busca de un resquicio de libertad. El seiscientos supondrá para los personajes interpretados por Emilio Gutiérrez Caba y Enriqueta Carballeira la posibilidad de mantener sus primerizos escarceos eróticos. Similar papel tiene en uno de los episodios de Kargus, dirigida en 1981 al alimón por Juan Miñón y Miguel Ángel Trujillo. Los intentos de Antonio Gamero por encamarse con su novia, adquieren tintes de tragedia grotesca cuando pide prestado a un amigo que tiene una autoescuela uno de los coches y para lograr sus propósitos eróticos debe apañárselas para que su novia no descubra el truco. En películas más recientes aparecen seiscientos como semovientes de época en El Lobo, en la que Eduardo Noriega da vida en la pantalla al “topo” introducido por la policía en ETA, en La mala educación, de Almodóvar, o en Salvador, de Manuel Huerga. En las películas de Javier Fesser los vehículos tienen otro valor, entre la caricatura y la nostalgia; el seiscientos no podía faltar. No deja de ser curioso que hoy en día se utilice el seiscientos En la adaptación de Forqué de Maribel y la extraña familia, realizada en 1960 al rebufo del éxito teatral de la comedia de Miguel Mihura, no había ni rastro del seiscientos. En la nueva versión cinematográfica Cásate conmigo, Maribel, estrenada en 2003, las tres pilinguis amigas de Maribel viajan a Almazán en un 600 D de color blanco.
Fuente: DQVlapeli
Filmografía selecta: Ya tenemos coche (Julio Salvador, 1958) 091, policía al habla (José María Forqué, 1960) El cochecito (Marco Ferreri, 1960) Accidente 703 (José María Forqué, 1962) La ciudad no es para mí (Pedro Lazaga, 1965) El juego de la oca (Manuel Summers, 1966) Los motorizados / I motorizatti (Camillo Mastrocinque, 1965) Kargus (Juan Miñón y Miguel Ángel Trujillo, 1980) El milagro de P. Tinto (Javier Fesser, 1998)