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Dos colegas de Vallecas y su novia se buscan la vida trapicheando.
GÉNERO: Social
Chocolate (Gil Carretero, 1979)
Chocolate es una película equidistante entre las posteriores Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1980) y Colegas (Eloy de la Iglesia, 1982). De la primera, por su afán de denuncia, su voluntad sociologista y su retrato de una carrera hacia la autodestrucción; de la segunda, por la construcción en torno a un triángulo de inspiración romántica y sustentado en el trapicheo. Las características propias de le película de Gil Carretero son, en cambio, un carácter abiertamente exploit, heredado de la novela reportaje que le sirve de base: La droga es joven, de José Luis Martín Vigil.
El cuadrilátero protagonista está constituido por El Muertes (Ángel Alcázar) y El Jato (Manuel de Benito) -colegas del barrio de Vallecas y dedicados al menudeo con el costo que pasan desde Marruecos-, Magda (Paloma Gil) -insatisfecha hija de una familia burguesa y novia del segundo- y la heroina. El sueño de pureza de Magda y El Jato pasa por irse a vivir a una casita con unas gallinas junto a un río, con un almibarado José Luis Perales en la banda sonora, lejos de la ciudad en la que anidan todos los peligros. El Muertes ya está enganchado al caballo, hará lo que sea con tal de conseguir su dosis diaria y hace caer a Magda por la pendiente. Su destino trágico debería servir, comisario aconsejador mediante, para la salvación de los otros dos.
La sátira de la burguesía -esas damas de la alta sociedad que echan a suertes cuál de ellas se va a tirar al Muertes, esas hijas de papá dispuestas a integrarse en la primera comuna que llame su atención...- y de los mercaderes -el boticario estuprador interpretado por José Lifante- debería servir de contraste al supuesto aspecto docuemntal del viaje a Ketama o de la presentación de una periferia chabolista en cuyos muros derruidos puede leerse "Menos porras y más porros". Sin embargo, todo está tenñido de un didactismo naif, adscrito a la tesis de que para dinanciar el viaje a la puereza es necesario corromperse y ése es un camino sin retorno.