El emigrante (1960)

El emigrante (Sebastián Almeida, 1960)

Quino (Juanito Valderrama) no quiere desembarcar en Cádiz cuando el barco hace escala allí. Teme tropezarse con la sombra de su juventud a la vuelta de cualquier esquina.

La sombra quedó allí en los años de la guerra de Cuba, cuando regresó a España para encontrarse con que su novia (Dolores Abril) ha sido seducida por un canalla (Julio Núñez), prometido con la hija del gobernador (Silvia Solar) y que su padre ha enviudado y se ha vuelto a casar. Su bonhomía resuelve todos los contratiempos: consigue que el señorito calavera recupere la dignidad y se haga merecedor del cariño de su prometida. Por ello partirá hacia América como soldado voluntario, en tanto que Quino lo hace con sus canciones para conquistar la gloria artística, que no la militar. Según él, el Atlántico se recorre igual con la espada que con la copla. Durante la película ha cantado un buen número de temas de corte senimental –ya sean románticos o patrióticos-, pero ahora, desde la cubierta del barco, llega el momento de “El emigrante”, el gran éxito de su carrera. Para ello ha sido necesario truncar sin más explicaciones la trama romántica que le atañía directamente, resuelta con una copla que es un reproche: “Mirarla, por Dios, señores. ¡Mirarla, qué maravilla! La boca brindando amores y el llanto por las mejillas. Porque en lo profundo de tus pensamientos llevas escondío el remordimiento de aquel juramento que no se ha cumplío. Seleá, mi amor primero, yo te tengo perdoná, si eres tú lo que más quiero. ¡Por los clavos del madero, no me llores Soleá!”