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Un grupo heterogéneo de trabajadores acepta la oferta de realizar su trabajo cara al público.
GÉNERO: Trabajo
La mano invisible (Davíd Macián, 2016)
Once trabajadores son contratados para realizar sus tareas en una nave industrial a la vista del público y sin un criterio finalista.
Una vez que el albañil (José Luis Torrijo) ha terminado de levantar un muro siempre idéntico a sí mismo, lo derrumba con una maza. Una teleoperadora (Bárbara Santa Cruz) realiza encuestas inútiles sobre la satisfacción de los encuestados a propósito de su vida laboral. Un mecánico (Eduardo Ferrés) monta un automóvil completo para luego desmontarlo. Un carnicero (Josean Bengoetxea) despieza a los animales para tirar la carne. Un mozo (Christen Joulin) traslada cajas de un punto a otro y vuelta...
Los días pasan. Al principio, todos se muestran satisfechos con sus tareas banales y con la popularidad del espectáculo. Luego,los ritmos de trabajo aumentan desigualmente. Los trabajadores empiezan a preguntarse quién les ha contratado y para qué. Surgen las desavenencias. Algunos no regresan a su puesto. Otros, asumen nuevas tareas a fin de que la máquina siga funcionando. Uno de ellos, el informático, ha estado realizando durante todo el tiempo una tarea nada banal: controlar la productividad de sus compañeros. El público -casi siempre invisible- jalea a unos y abuchea a otros, aunque sólo decide pasar a la acción cuando alguno de los animales de este zoológico del trabajo se planta.
David Macián opta por una puesta en escena absolutamente aséptica. Los personajes resultan meros arquetipos, aunque es de agradecer que no se quiera dar gato caracterizador por liebre psicologista. La progresión se estanca. El final, seco, puede invitar a la reflexión, pero lo deja todo de cuenta del espectador -no el del espectáculo, sino el de la película, que educado en la dramaturgia aristotélica aguarda que la metáfora ilumine su propia realidad de desempleado, asalariado, profesional...