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Tras recibir un disparo en un hombro, Carlos se refugia en un hotel. En la casa de enfrente está a punto de nacer su hijo. Pero ante el portal está aparcado el automóvil del jefe de la banda de delincuentes a la que acaba de traicionar. Mientras espera, rememora los pasos que le han conducido a esta situación.
GÉNERO: Policiaco
Los cobardes (Juan Carlos Thorry, 1959)
La inercia lleva a Iquino a producir esta película fallida. Inercia de cine criminal a la barcelonesa, de juventudes descarriadas, de glorificación de las fuerzas de seguridad del estado… Nada que Iquino como director y/o productor no hubiera visitado una y otra vez a lo largo de la década -Brigada criminal (Ignacio F. Iquino, 1950), Los gamberros (Juan Lladó, 1954), Los agentes del Quinto Grupo (Ricardo Gascón, 1955)…- para prolongarse en la siguiente -Juventud a la intemperie (Ignacio F. Iquino, 1961) o El precio de un asesino (Miguel Lluch, 1963)-. Lo que diferencia a Los cobardes es su errada construcción a base de flashbacks a los que una machacona voz en off da un sentido moralizante. Los cobardes del título serían los jóvenes desarraigados que terminan deslizándose por la pendiente de la delincuencia.
En esta ocasión la institución cuya exaltación de pretende es la Escuela de Reforma, o sea, los reformatorios en los que el Estado recluye a los menores. Si se supone que Juan (Vicente Parra) ha recibido allí una formación laboral bajo la tutela espiritual de un sacerdote comprensivo, lo cierto es que sus futuros pasos una vez ganada la libertad no dejan adivinar su huella. Juan, que ha conseguido un trabajo como lavacoches de una categoría inferior a su capacitación como mecánico, pronto se deja camelar por Irene (María Martín), la amante del cabecilla de una banda de atracadores. Será el amor de una chica honesta y trabajadora lo que le pondrá en el camino recto. Pero el mismo día en que va a nacer su hijo, el cabecilla reclama su complicidad para dar un gran golpe en la empresa en la que trabaja.
Las escenas de atracos, más en la línea del policial estadounidense de serie B que de otros productos del ciclo criminal catalán, apenas sirven para proporcionar interés a una trama que vuelve una y otra vez al presente, en el que Carlos, herido, aguarda el nacimiento de su hijo vigilado por el cabecilla de la banda, desactivando cualquier atisbo de progresión dramática.