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Un evadido de la policía secreta de un país del Este cambia su identidad por la de un sacerdote que atendía a una comunidad católica clandestina.
GÉNERO: Religión,Política
La legión del silencio (José Antonio Nieves Conde y José María Forqué, 1956)
La legión del silencio es hermana gemela de El canto del gallo (Rafael Gil, 1955), la misma localización tras el telón de acero, análogo anticomunismo connatural, similar concepción martirológica del catolicismo e idéntico tratamiento retórico-caligráfico.
Jan (Jorge Mistral) es el jefe de propaganda del Partido Comunista de un país de la Europa del Este. Ansioso de hacerse con su mujer (Nani Fernández), Chapeck (Rubén Rojo) consigue una falsa delación contra él lo que obliga a Jan a huir. Durante la fuga, intercambia su identidad con la de un sacerdote católico emboscado que acudía a una villa de la frontera donde los fieles mantienen viva su fe clandestinamente. En contacto con ellos, las ideas de Jan sufrirán un vuelco.
Antes de ser dirigida a cuatro manos por José María Forqué y José Antonio Nieves Conde la película tuvo dos novios de altura. Primero, Juan de Orduña, una vez terminado el ciclo Cifesa y antes de recuperar el apoyo popular con El último cuplé. Después, Orson Welles, al que los productores tentaron pero que se quedó por el camino al pretender rehacer el guión. De este modo, el responsable de Yago Films recurre a un director que ya ha probado su valía en este género híbrido entre película de tesis, anticomunismo oficialista e intriga sostenida con buen pulso de cara a la platea. Nieves Conde había dirigido Balarrasa (1951) y acaba de realizar para la misma productora Los peces rojos (1955). Pero como el tiempo apremia, deciden que la dirección se reparta con José María Forqué, que tiene experiencia en la codirección con Pedro Lazaga. Según el testimonio de Nieves Conde, él se hizo cargo de la escena de la huida y de rodar los dos finales alternativos. Forqué asevera que salvo algunas conversaciones previas sobre el guión, trabajaron de modo absolutamente independiente, en dos unidades diferentes, debido a la rígida agenda de compromisos de Jorge Mistral. También afirma que el final definitivo fue obra suya.
Gracias a esta experiencia José María Forqué realizará inmediatamente después otro de los títulos esenciales de este filón: Embajadores en el infierno (1956).