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Aurelio y Maruja no han podido tener hijo. Por eso se llevan una gran alegría cuando el cocinero de su restaurante asesina a su mujer y tienen que hacerse cargo del hijo del parricida, un muchacho crecidito poco interesado en los estudios.
GÉNERO: Comedia Negra
Cinco tenedores (Fernando Fernán-Gómez, 1979)
Esmeralda Adam y Manuel Ruiz-Castillo escribieron en los años setenta dos sátiras feroces sobre el matrimonio y los comportamientos sociales. La primera, de fuerte impronta surrealista está dirigida por Francisco Regueiro: Duerme, duerme, mi amor (1975). La otra, recayó en manos de Fernando Fernán-Gómez.
Cinco tenedores se sitúa en un momento incómodo de la filmografía de Fernán-Gómez, entre sus incomprendidas obras maestras de los sesenta -El mundo sigue (1963), El extraño viaje (1964)- y sus películas reconocidas de los ochenta -Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986)- en un momento en que es capaz del suicidio profesional -¡Bruja, más que bruja! (1976)- y de alcanzar su nadir artesanal -La querida (1976)-. Estas tensiones están presentes en el propio seno de Cinco tenedores, que comienza como esperpento gore, deriva en comedia de costumbres y culmina en moralidad medieval puesta al día. El honor español queda puesto en ridículo cuando el cocinero del resturante San Huberto (William Sully), le corta la cabeza a su mujer de un tajo por haberlo coronado. Muerta la madre y huido el padre, el hijo postadolescente (Manuel de Benito) es acogido por Aurelio (Saza) y Maruja (Concha Velasco), sus padrinos y propietarios del restaurante. Las relaciones entre madrina y ahijado pasarán a mayores durante el viaje de Aurelio para buscar a un nuevo cocinero y de resultas de la coyunda, Maruja quedará embarazada, algo que no había logrado con su marido durante quince años de matrimonio. Las peores sospechas de Aurelio se confirman tras una visita al médico. Sus amigos lo dejan de lado y él decide montar una cena por todo lo alto en el restaurante en la que celebrar con sus amigos su condición de cornudo. Después de haber escenificado la hipocresía y esterilidad de la burguesía, Cinco tenedores se lanza a una defensa explícita del amor como única fuerza motriz del mundo en una celebración interclasista que, sin embargo, no termina de poner en cuestión el statu quo.