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Un espía debe viajar a un fortín del desierto donde los turcos están apoyando la aventura revolucionaria de un sanguinario delincuente.
GÉNERO: Aventuras
Misión Arenas ardientes / Missione Sabbie roventi (Alfonso Brescia, 1966)
En plena fiebre del pseudobondimo europeo, Producciones Cinematográficas Argos, la compañía de Antonio del Amo y Santiago Peláez entra en una coproducción con la italiana Medusa Distribuzione para darle una vuelta al género situando la acción en un Oriente imaginario. No obstante, la maniobra fue inmediatamente advertida por los pocos que se molestaron en reseñarla: “Misión Arenas ardintes muestra la tendencia, ante el abuso de llevar de los agentes secretos, a llevar esta clase de aventuras hacia parajes remotos o tiempos idos. Por lo demás, la más absoluta vulgaridad”, escribe Castell en la Hoja del Lunes de Barcelona. [22 de mayo de 1967, pág. 30.]
Año 1500. En Sahana, la capital de Yemen, Karin (Howard Ross), un agente secreto de Yemen, descubre accidentalmente un movimiento insurreccional auspiciado por los turcos. La rebelión está encabezada por Jaick (Roberto Camardiel), encaprichado de una bella bailarina llamada Yasmine (Helga Liné). El general Hassan envía a Karin a un fortín de la frontera, en el confín del desierto de las Arenas Ardientes. Allí, Karin se encuentra con el comandante Yussuf, padre de la bella Fatima (Mia Genberg), y descubre que Omar (Franco Lantieri), el lugarteniente de Yussuf, es un traidor. En una incursión en el desierto rescata a Yasmine de un ataque de los hombres azules de Jaick, pero ella también ha sido reclutada por el general Hassan y ayudrá a Karin a escapar cuando Jaick asalte el fortín y lo aprese. Ya sólo queda el postrer enfrentamiento con Omar... O sea, que al argumento lo mismo hubiera servido para un péplum fantasioso que para un wéstern.
El supuesto rodaje de exteriores en los Monegros —aunque todos los planos con gran figuración en el desierto provienen de otra película de aventuras orientales—, la presencia de Roberto Camardiel y de Helga Liné —por entonces afincada en Italia— y la dirección de fotografía de Francisco Sánchez debieron bastar a las administraciones española e italiana para conceder el estatus de coproducción a esta cinta que en España se estrenó directamente en salas de barrio de programa doble.