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Un agente americano es asesinado en Hong-Kong cuando acaba de recoger la lista de agentes infiltrados en China. Un compañero suyo recibe el encargo de recuperar la lista y resolver el miesterio.
GÉNERO: Acción,Intriga
Siete minutos para morir / Agente Howard: 7 minuti per morire (Ramón Fernández, 1969)
Apenas llegado a Hong-Kong, el agente Al Monks (Rubén Rojo) es asesinado. El mujeriego Bill Howard (Paul Stevens) recibe el encargo de averiguar quién lo ha matado y recuperar una lista con informadores infiltrados en la República Popular China. De caer esta lista en manos del enemigo podría suponer el fin de una red cuya organización ha costado grandes esfuerzos. No ha pasado un minuto y Howard está recibiendo una llamada de alguien que dice haber visto a Monks vivito y coleando. La bella Karin Foster (Nieves Navarro), su amante, llega a la ciudad internacional para identificar el cadáver e inmediatamente parte hacia Milán. Howard la sigue hasta allí. Para acabar de enredar la madeja, resulta que en Milán hay otro tipo idéntico a Monks llamado Domenico Lo Monaco (de nuevo Rojo) y que resulta ser su hermano gemelo, a sueldo de una organización mafiosa llamada Gamma que está detrás del robo de los listados y en uno de cuyos clubs trabaja Karin. Pero Lo Monaco no es Lo Monaco, sino Al Monks, que ha utilizado el cadáver de su hermano gemelo para borrar las huellas de su traición. Por suerte para el espectador despistado, una conversación de Howard con su colega Mike Russo (George Hilton) y la negociación de Monks con los propietarios del cabaret sirven para explicar la trama hasta extremos que comprendería el más torpe de los chavales que vieran la película en un cine de sesión continua, que tal es su noble objetivo.
Urfesa, la empresa de Enrique Urrutia y Tito Fernández, se especializó en este tipo de coproducciones, aunque éste es el único ejemplo pseudobondiano en la filmografía del realizador. Acaso por eso, en Italia apareció acreditado como Ray Feder. A pesar de las localizaciones en Milán, Génova y Hong-Kong, de las persecuciones y peleas, de los helicópteros, de los tiroteos, y de un par de artilugios jamesbondianos, el escaso vuelo imaginativo de las peripecias confiere al producto un carácter rutinario, carente de ironía pop y apenas redimido por una escapada —brevísima, por otra parte— de una cámara cuyas paredes se van acercando para dejar a los protagonistas laminados y que parece indicar una senda más próxima al serial y al folletín de aventuras que Tito Fernández tampoco se decide a tomar.