Un buen novio (1997)

Un buen novio (Jesús R. Delgado, 1997)

Un buen novio es un enrevesado policial que, por momentos, se pierde en su propio enrevesamiento. Verano en Madrid. Únicamente los pringados no están de vacaciones, como Álex (Fernando Guillén Cuervo) y Verónica (Natalia Verbeke), un violento y celoso agente de policía y su novia calentorra, que acaban de abrir una boutique en el centro. A pocos metros de allí hay una sucurrsal bancaria que caba de ser atracada por unos tipos que, en su huida, han asesinado al vigilante jurado y a uno de sus propios compañeros con el que, evidentemente, no estaban dispuestos a repartir el botín. Álex y su compañero (Pepo Oliva) son los encargados de esclarecer el caso. Esteban (Andrés Lima), el mecánico del taller donde los atracadores han dejado el coche, podría haber visto algo desde el foso. Para colmo, en el edificio de enfrente de la tienda hay una administración de lotería y a Roberto (Adolfo Fernández), un antiguo novio de Verónica que vive en el piso de arriba también por casualidad, podría haberle tocado el gordo. En fin, que las cosas se complican hasta el infinito.

La recreación de la escena preliminar -y su tratamiento visual- puntuan una y otra vez el metraje sin que apenas descubramos ningún nuevo detalle hasta que el director-guionista decida revelarle al espectador lo fundamental, aunque para entonces el susodicho espepectador ya esté al cabo de la calle y sepa desde hace un buen raro quién es el auténtico culpable. En cuanto a las interpretaciones, maniatadas por estar al servicio de unos personajes tan pintorescos como vacíos, sirven únicamente para hacer brillar la labor de Natalia Verbeke en su debut en la pantalla.