Corre, gitano (1982)

Corre, gitano (Nicolás Astiarrga y Tony Gatlif, 1982)

De la odisea que debió suponer la realización de esta película da cuenta su naturaleza dual, pues dos son las propuestas que cohabitan en la adaptación al cine del espectáculo de Mario Maya y el Teatro Flamenco Andaluz y el resultado se resuelve mediante el compromiso de acreditar al productor Nicolás Astiarraga como director, en tanto que la última cartela de los títulos de cabecera certifica que estamos ante "Un film de Tony Gatlif". Dos ingenieros de sonido, dos directores de fotografía, dos naturalezas -musical y ficción- condicionan dos propuestas divergentes que el montador -y futuro director- José María Martín Sarmiento intenta conciliar mediante un montaje sincopado que termina acentuando aún más la condición híbrida de la preopuesta.

Ambos argumentos van trenzando la historia de un pueblo gitano sojuzgado durante siglos y su huida en busca de una libertad inalcanzable. En lo musical, hay ramalazos de crítica directa: "Pa mi trabajo, pa mi trabajo, siempre se escapa el tiro pa uno de abajo. Qué mala pata, niña, que mala pata, no les saliera el tiro por la culata". La ficción tiene siempre un carácter simbólico, influido por el Cinema Novo brasileño y por el Pasolini que apuesta por el tercer mundo. La mecha de la narración es el asesinato de un hombre por parte de uno de sus vecinos (Félix Rotaeta). La presencia de los gitanos en la proximidad del pueblo hace que las sospechas recaigan sobre ellos a pesar de que el tonto oficial -Rafael Álvarez "El Brujo", en un registro de bufón shakespeariano- acredite ante el conde (manuel Pereiro) que rige los destinos del pueblo, que son inocentes. La larga huida hasta el mar de un chaval que había ido a pedir agua constituye el resto de metraje.