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Una sortija trae la maldición de un destino aciago a cuantos la poseen.
Tres citas con el destino (Florián Rey, León Klimovsky y Fernando de Fuentes, 1953)
Película internacional de sketches a tres bandas -España, Argentina y Mëxico- en la que el productor español mantiene un tira y afloja con la administración al declarar sin ningún rubor un abultadísimo presupuesto de tres millones largos por el segmento de 32 minutos rodado en España. La dirección de Florián Rey y el protagonismo de Antonio Vilar, Amparo Rivelles y Lolita Sevilla no daban para tanto.
El argumento del episodio español con el que abre la cinta, se centra en Antonio, maquinista en un barco que fondea en Cádiz. Acude al Café Zapico mientras su compañero se queda en el camarote leyendo una novela policiaca –“La muerte fabrica dólares”–. Allí Antonio se encuentra con una bailarina, Chelo, que le confiesa que acaba de matar a uno de sus pretendientes, don Pedro. Antonio la acompaña al lugar del crimen, pero el cadáver ha desaparecido. Un argumento puramente policiaco que, por increíble que pueda parecer, ocupa las tres cuartas partes de su metraje con dos canciones interpretadas por Lolita Sevilla y las danzas de un ballet español. Y es que allí baila (doblada, eso sí) hasta la Rivelles, que se ve obligada a cumplir tan inesperado cometido al sustituir a última hora a la actriz prevista para el papel, la bailaora Ana Esmeralda. Y es que el segmento español de Tres citas con el destino no es sino la idea de un amor trágico trazado como una copla.
La sortija que ha servido de "macguffin" a este primer episodio viaja luego a una joyería de México, donde Jorge Mistral desea hacerse con ella. En tanto llega el dinero para pagarla, el joyero le cuenta la historia de lo ocurrido en Argentina, donde el matrimonio mal avenido formado por Narciso Ibáñez Menta y Olga Zubarry planean eliminarse mutuamente. Ella está decidida a envenenarlo y él propone a un preso que se le parece extraordinariamente que le sustituya. Éste fue el autor de un crimen cuyo botín es la sortija, así que el intercambio de destinos no le va a salir gratis. Se trata de un argumento de una complicación un tanto convencional al servicio del histrionismo de Ibáñez Menta, redimido en cierta medida por la preocupación formal de Klimovsky, que recurre a los claroscuros y no renuncia a los brochazos expresionistas.
De vuelta en México, donde el supuesto comprador de la sortija resulta ser un ladrón de guante blanco, asistimos al trágico fin de la historia antes de que la sortija desaparezca por una alcantarilla. Es evidente que este episodio mexicano debía servir de marco a los otros dos y abrir y cerrar la cinta. La reordenación de última hora resalta aún más la inanidad del segmento protagonizado por Jorge Mistral y expulsa del cuerpo central al de Antonio Vilar y Amparo Rivelles, acentuando su carácter extrínseco. De rebote, queda reforzada la autonomía del episodio que Narciso Ibáñez Menta protagoniza por partida doble.