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Anninhas desprecia el amor del humilde pastor André y marcha a Oporto, seducida por la riqueza que le ofrece el hidalgo de Mó.
GÉNERO: Drama,Drama rural
Mulheres da Beira (Rino Lupo, 1923)
Hay una escena tremenda hacia el final de Mulheres da Beira en la que Anninhas (Brunilde Júdice) acude al convento de Arouca en busca de acogida para ella y para el fruto del pecado que ya late en sus entrañas. La madre Tereza (Maria Judice da Costa) le señala con su índice implacable la puerta del convento que la devuelve a la vergüenza de su culpa y la condena al suicidio. No hay caridad ninguna en un ámbito donde ésta debería ser la norma primera.
Pero Anninhas, muchacha de campo, tan inocente como indolente, se ha sentido deslumbrada por el lujo al acudir a la ciudad de Arouca a por el pan que luego ha de vender en el pueblo y se ha dejado seducir por el hidalgo de Mó (Rafael Marques). Esto es, ha aceptado la lógica del capitalismo, que la convierte en mercancía. En el momento en que el hidalgo entabla una relación con Clara d'Orsay (Celeste Ruth), coqueta francesa de su misma clase social, Anninhas no puede soportar la vergüenza de verse relegada a un segundo plano y abandona la casa, dejando atrás también las joyas con las que el hidalgo la sedujo. Su padre (António Pinheiro) tampoco la acepta en casa. De poco vale entonces que el humilde pastor André (Mário Santos), enamorado de ella desde que la viera pasar con el pan por los pastos en los que él cuida sus ovejas, sea proclive al perdón.
El italiano afincado en Portugal Rino Lupo, realiza este melodrama en el que no queda títere con cabeza. La familia, la religión y la propia sociedad son una sentencia de muerte para la mujer caída. El deseo de ascenso social no es sólo indeseable, sino que conduce a la muerte, puesto que las motivaciones económicas que rigen el funcionamiento social ni siquiera cuentan con el contrapeso del cuidado familiar o el consuelo de la religión. Un naturalismo exacerbado, que Rino Lupo pone en escena en los espectaculares decorados naturales que le ofrece la Val de Arouca y la cascada de Flecha de Mizela, en una circunstancia y escenario que tendrá eco en los despeñaderos de Albarracín donde Jean Gremillon rodará La Dolorosa (1934).