El asesino no está solo (1974)

El asesino no está solo (Jesús García de Dueñas, 1974)

Debido a un trauma infantil Julio (David Carpenter) no tiene más remedio que asesinar a cuanta mujer solícita se le acerca. Y son unas cuantas. En el clímax del relato, la mismísima dueña de la pensión en la que se ha hospedado en Madrid (Lola Flores). También la hija de ésta (Teresa Rabal), joven pura e inocente a la que la policía utilia como cebo, estará a punto de ser víctima de la psicopatía galopante del muchacho. Mientras tanto, el padre (James Philbrook), un rico armador, contrata los servicios de un detective privado (Manuel Alexandre) para que lo localice antes de que la cosa vaya a más. Si tenemos en cuenta que las obsesiones confesables del chico son devorar a todas horas fálicos perritos calientes y coleccionar no menos fálicas figurillas de rinocerontes, no nos extrañara que su mente sufra extrañas fugas en las que intenta conciliar el pasado traumático con un presente sórdido.

El único largometraje dirigido por el crítico y escritor cinematográfico Jesús García de Dueñas es un ejercicio de suspense con un ojo puesto en las modas impuestas por el "giallo" italiano y otro en el costumbrismo. De este mundo proceden los detectives que se llevan el bocadillo de jamón al local donde se despachan perritos calientes o la ambientación de algunas escenas en las procesiones de la Semana Santa madrileña. También los inqulinos de la pensión, abocetados con toques de humor hitchcockiano. Que ambos registros encajen ya es otra cosa.