Así en el cielo como en la tierra (1995)

Así en el cielo como en la tierra (José Luis Cuerda, 1995)

Tercera entrega del ciclo "surruralista" de José Luis Cuerda, iniciado con el mediomaetraje televisivo Total (1983) y convertido en objeto de veneración gracias a Amanece que no es poco (1989). Así en el cielo como en la tierra presenta alguna de las constantes de aquéllas -un realismo fantástico de cuño personalísimo, la coralidad y la estructura episódica, cierta tendencia a que la brillantez de los diálogos predomine sobre la construcción dramática...- y recurre a la experiencia del propio Cuerda en materia de exégesis de las Sagradas Escrituras fruto de su estancia en el Seminario Menor de Hellín. Así que la excusa argumental es el Apocalipsis de San Juan (Gabino Diego) cuyos antecedentes relata en flasback San Pedro (Paco Rabal) a Matacanes (Luis Ciges), un pobre hombre con el hábito de la bebida que es el primero en llegar a El Cielo, que se parece como una gota de agua a otra al pueblo de Buitrago de Lozoya. Claro que, arguye San Pedro, este es el modesto trozo de cielo que cae justo encima de España; el de Francia es cosa muy distinta. Mientras se toman unos vinos –Matacanes prefiere el vermú con ginebra, pero en la taberna del cielo no lo hay- San Pedro relata los dilemas morales que le plantea a Dios Padre (Fernando Fernán-Gómez) el actual de estado del mundo, por lo que decide tener un segundo hijo y criarlo él mismo, en lugar de enviarlo a la tierra para que no tenga los mismos problemas psicológicos que Jesucristo (Jesús Bonilla), que aún sigue asistiendo al siquiatra (Jorge Bosso) después de dos mil años. Pero debido a la negativa de Lola (Mónica Molina) a ser madre de un hijo de padre desconocido por mucho que se lo anuncie el arcángel Gabriel (Enrique San Francisco), Dios acepta la propuesta de su hijo de convocar el juicio final. Claro que con los modestos medios de que disponen el Apocalipsis parece un cruce entre una procesión de Semana Santa y una fiesta de moros y cristianos. Ironiza así Cuerda con la feroz crítica recibida por cuenta de Total en la que Ángel Fernández Santos afirmaba que pretendía "crear un clima de apocalipsis chusca, y ni logra apocalipsis alguna, ni ésta tiene la menor gracia cuando pretende existir. Los planos de dos o tres muros que se derrumban —símbolo apocalíptico muy rudimentario— están muy mal rodados, carecen de evidencia, son cutres y parecen obra bien de un presupuesto paupérrimo, bien de un equipo de efectos especiales que podría dedicarse a otro oficio, o bien de ambas cosas a la vez". (El País, 28 de diciembre de 1983.)

Un Apocalipsis, el de Así en el cielo como en la tierra, que terminará en nada y que convierte a Cuerda en profeta pues predice con más de una década de anticipación la crisis económica que iba a suponer el fin del capitalismo y, por ende, el ocaso de la civilización occidental. Y aquí seguimos, tan desolados como Dios Padre al ver que la gente va a su bola y que el mundo no tiene remedio. O sí, el de Matacanes: tomarse unos vermús con ginebra y olvidarse de lo demás.