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Para vengar la muerte de uno de sus amigos y luchar por la justicia en California el petimetre César de Echagüe se convierte en El Coyote.
GÉNERO: Western
El Coyote (Joaquín Luis Romero Marchent, 1955)
En 1954 Eduardo Manzanos y Joaquín Luis Romero Marchent ponen los cimientos de lo que habrá de ser el western a la española. Las raíces no están en Estados Unidos, sino en España y México. De este lado del Atlántico, la popularidad de las novelas de José Mallorquí en torno a un justiciero enmascarado en la California recién anexionada a los Estados Unidos de Norteamerica. De aquél, el éxito del actor y productor azteca Raúl de Anda con la serie de películas protagonizadas por El Charro Negro (Raúl de Anda, 1940-1949).
Gonzalo Elvira se embarca en esta coproducción encubierta, rodada en España, protagonizada por los mexicanos Abel Salazar y Gloria Marín, y cuya dirección quedó encomendada en principio a Fernando Soler. Sin embargo, las desavenencias entre productor y director, propiciaron la promoción del ayudante de dirección español Joaquín Luis Romero Marchent –el otro era Jesús Franco- a las funciones de director. Para acabar de liar la cosa, no se trataba de una única producción, sino de dos rodadas contemporáneamente por el mismo equipo mediante el sistema que los sajones denominan back to back. La justicia del Coyote (Joaquín Luis Romero Marchent, 1955) se estrenaría poco después, como secuela de la primera.
Ésta narra el regreso de Europa del joven César de Echagüe (Abel Salazar), a requerimiento de su padre (Rafael Bardem) puesto que la anexión del territorio a Estados Unidos ha supuesto, de hecho, la tiranía sobre California del capitán Potts (Santiago Rivero) y sus sicarios. Dos viejos amigos amigos del joven César tienen puesto precio a su cabeza. Uno de ellos morirá linchado, el otro, Artigas (Carlos Otero), logra huir gracias a la ayuda de un hombre vestido a la mexicana y cubierto con un antifaz que se hace llamar El Coyote. Meintras tanto, César carga con el desprecio de su padre y el rechazo de su prometida, Leonor de Acevedo (Gloria Marín), porque ha vuelto de Europa hecho un petimetre, dedicado a componer versitos y a confraternizar con los invasores de su tierra. Aunque ellos sigan dudando, los espectadores sabemos que este tipo blando y pusilánime no es otro que el fiero Coyote, dispuesto a imponer justicia donde no llegue la ley de los hombres.
Realizada con modos y medios de serial, recargada de diálogos explicativos y de giros de guión tan inverosímiles como previsibles, aquejada de unas interpretaciones –sobre todo la del protagonista, Abel Salazar- sin el más mínimo atractivo, El Coyote destaca por algunos intentos de su inexperto realizador de sacar oro de las piedras. Algunas veces lo consigue, como en la espléndida escena de la ejecución del capitán Potts, de factura expresionista y, por qué no, wellesiana. En cambio, otras, como el montaje de sobreimpresiones que sirven para cubrir de un modo económico el relato de la invasión de California por las tropas de la Unión, se traducen en un auténtico barullo sin valor dramático, narrativo, ni siquiera plástico.
Más interesantes aún resultan las tensiones argumentales que se crean en el argumento al intentar conciliar la hermandad de los dos países coproductores frente a los Estados Unidos en un momento en que España carece de relaciones diplomáticas con México, a raíz de la victoria franquista en la Guerra Civil, y acaba de firmar los acuerdos de cooperación económica y militar con Estados Unidos. El personaje del gobernador estadounidense (Manuel Monroy) y su simpatía por El Coyote debería servir para limar algunos aspectos conflictivos, pero no hace otra cosa que ponerlos en evidencia.
Desde su condición pionera, El Coyote es un artefacto narrativamente simple, pero administrativa e ideológicamente complejo.