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Maria Papoila, pastora beirã a servir em Lisboa, conhece um dia um rapaz rico, Eduardo, que julgou da sua condição devido ao uniforme de soldado raso. Tempos depois, preso como suspeito dum roubo de monta, Eduardo é abandonado pela egoísta noiva, Margarida, e será a "sopeirinha" que, embora desprezada no seu sonho, e sacrificando a honra, se apresenta no tribunal como amante de Eduardo, que é absolvido. Sem nada lhe pedir, Maria Papoila regressa à sua aldeia. Mas, então... [Fonte: José de Matos-Cruz, O Cais do Olhar, 1999, p.55]
GÉNERO: Comedia
Maria Papoila (Leitão de Barros, 1937)
Maria Papoila (Mirita Casimiro) es una humilde chica de pueblo que llega a la gran ciudad para servir. En Lisboa se encuentra con una serie de tipos excéntricos, como un tal míster Scott (António Silva), millonario americano, amigo de las bromas gruesas y cleptómano sin escrúpulos.
Con otras criadas de la pensión, acude a la feria y allí, las tres entablan relación con otros tantos soldados que cumplen con su servicio militar. Maria Papoila se enamora de Eduardo (Eduardo Fernandes), pero resulta que éste pertenece a la clase acomodada y mantiene amores en secreto con Margarida (Maria Cristina), mujer de su misma condición. Una noche penetra en secreto en su casa de Estoril, en cuya sucursal de la pensión sirve ahora Maria Papoila. Esa misma noche se produce el robo de las joyas de la madre de Margarida. Coincide el hecho con que Eduardo devuelva una importante cantidad que ha pedido fiada en el casino. La policía lo detiene. En el juicio, Margarida niega toda relación con él y Eduardo no puede probar su inocencia. Es entonces cuando la sufrida Maria Papoila comparece en la sala de audiencias. El final conciliador, premia la virtud y obvia cualquier atisbo de enfrentamiento, no ya lucha, de clases.
Tragicomedia de ascenso social, Maria Papoila presenta muchos rasgos en común con otras realizadas en esta misma década en Italia y en la siguiente en España. No en vano, se trata de regímenes fascistas para los que la ciudad supone una serie de logros arquitectónicos y urbanísticos apabullantes y, al tiempo, un lugar de perdición en el que la indolente clase alta se maneja con soltura, pero cuyos encantos les están vedados a los humildes de corazón puro. En esta ocasión, se suma además el hecho de que al estar realizando Eduardo el servicio militar, se puedan alternar escenas de camaradería cuartelera con exhibiciones de poderío militar, como hará buena parte de la producción de Ramón Torrado en España durante las dos siguientes décadas.