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Eduardo, un importante banquero abocado al sexo clandestino debido a su homosexualidad, se enamora de un adolescente heterosexual al que ofrece una oportunidad de ascenso social.
GÉNERO: Homosexualidad
Los placeres ocultos (Eloy de la Iglesia, 1977)
Los placeres ocultos se cierra con un final abierto pero circular. Eduardo (Simón Andreu), un director de banco, recibe en su estudio de soltero a un chapero procedente del extrarradio lumpen. El congelado, un efecto distanciador que ya ha aperecido en alguna otra ocasión a lo largo del metraje, sirve para dejar al espectador con la intriga de quién aparecerá cuando la puerta termine de abrirse: ¿un chavalito que se gana unas pesetas con el sexo mercenario o Miguel, joven heterosexual que acaba de hacer pública las preferencias sexuales del banquero en su lugar de trabajo?
En su primera película protagonizada por un personaje explícitamente homosexual Eloy de la Iglesia focaliza en éste el punto de vista del relato pero diversifica las perspectivas al ofrecer voz a diversos tipos utilitarios que sirven para exponer los argumentos y prejuicios que el asunto suscita en la España protodemocratica. El más afín a los autores parece Raúl (Antonio Corencia), antiguo amante de Eduardo con unos antecedentes sociales que adivinamos idénticos a los de Miguel (Tony Fuentes) y que en sendas escenas didácticas explica al adolescente el sentido de su activismo y se enfrenta con Eduardo por su individualismo. La reivindicación de la lucha colectiva recae así en un personaje secundario en tanto que el melodrama –no exento de ribetes psicoanáliticos- del amor imposible del amante maduro por el joven se resuelve provisionalmente en forma de menage a trois idealizado –al igual que en otras películas del director de este periodo, como en El diputado (1978) o en La otra alcoba (1976), citada explícitamente- cuya inestabilidad propicia la resolución dramática.