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Un hombre formal y trabajador lleva una vida tranquila con su esposa convaleciente. En la casa de enfrente vive una prostituta con su hija. Ésta descubre que la supuesta esposa no es más que una muñeca hinchable.
GÉNERO: Drama
No es bueno que el hombre esté solo (Pedro Olea, 1973)
Lina (Carmen Sevilla) es una prostituta con una hija pequeña, a la que manda a jugar al jardín cada vez que recibe la visita de un cliente o de Mauro (Máximo Valverde), el proxeneta que la explota, protege y maltrata. Es así como la niña entra en contacto con el vecino (José Luis López Vázquez), un hombre taciturno que vive en una casa aislada con su mujer enferma... Sin embargo, la niña descubre que la supuesta mujer no es otra cosa que una muñeca. Cuando la despiden de la barra americana en la que trabaja, Lina decide sacar partido del secreto de su vecino.
El guión de José Luis Garci y José Luis Martínez Mollá recicla algunos de los trucos creados por Hitchcock para Psycho (Psicosis, 1960) y ofrece la oportunidad a Olea de realizar una tragedia grotesca con cierta ambición. López Vázquez vuelve a encarnar uno de esos personajes fetichistas y reprimidos que venía interpretando desde su intervención en Peppermint Frappé (Carlos Sura, 1967). Sin embargo, la relación más evidente es la que se establece con la casi coetánea Tamaño natural / Grandeur nature (Luis G. Berlanga, 1974): dos mujeres artificiales, dos soledades masculinas y también dos enfoques distintos. Mientras que en la película de Berlanga el hombre ha renunciado a la mujer para emprender un viaje al fondo de sí mismo, en la de Olea la ausencia de la mujer amada se resume en una secuencia entre soñada y recordada que apunta a la viudedad repentina como raíz de un trauma que se sublima gracias a la mujer inanimada.