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Antonio trabaja como imitador de Frank Sinatra, pero cuando su mujer le abandona él deja el escenario y se coloca como portero de noche en una pensión del barrio chino barcelonés. La sección de contactos de una revista propiciará varios encuentros.
GÉNERO: Adaptación Literaria,Drama,Comedia
Sinatra (Francesc Betriu, 1988)
Después de una primera etapa ligada al esperpento y a la alegoría de corte berlanguiano, Francisco Betriu emprende un nuevo rumbo ceñido a las adaptaciones literarias de prestigio que le llevan a realizar La plaça del Diamant (1982), de la novela de Mercè Rodoreda, y Réquiem por un campesino español (1985), según la novela de Ramón J. Sender. Sinatra es lo mismo y es otra cosa. Es una adaptación del argentino Raúl Núñez, instalado en Barcelona a principios de los setenta, como tantos otros. En la editoria contracultural Star publicó su primera novela: Derramaré whisky sobre mis amigos muertos. Sinatra y La rubia del bar, crónicas apenas maquilladas del barrio chino barcelonés, aparecieron en Anagrama a mediados de los ochenta.
El protagonista de la primera ejerce de imitador de Frank Sinatra (Alfredo Landa) en un cabaret del Paralelo. Allí, maquillado de Groucho Marx, ejerce de maestro de ceremonias el cantante Joaquín Sabina, quien, además, se hace cargo de la banda sonora de la película. Pero una noche al salir del trabajo, su mujer (Mercedes Sampietro) le dice que no le aguanta más. Sinatra es lo que se suele llamar un perdedor y acaba de malograr la última mano. Deja el trabajo, la casa marital, llena de recuerdos, y se instala en una pensión del barrio chino. Como no tiene para pagar, el gerente (Luis Ciges) le ofrece el puesto de portero de noche. Durante el día se hace cargo del asunto un viejo ligón empedernido (Manuel Alexandre).
En las largas noches en vela, Sinatra decide escribir al club de corazones solitarios de una revista. Y así irá entrando en contacto con Natalia (Maribel Verdú), la adolescente demente; Isabel (Ana Obregón), la mujer soñada; Rosita (Antonio Suárez), la travesti soñadora; Hortensia (Julita Martínez), la viuda anhelante; o Begoña (Pilar Reboñar), la poeta que guarda un secreto.
Todos los personajes están bien dibujados, como corresponde a un guión en el que ha participado el propio novelista, pero luego, según se desarrolla la película, van quedando como desdibujados, como si importara menos su función en la lucha por la supervivencia de Sinatra que en su presentación como tipos excéntricos en el relato. De ahí que la cinta, orquestada alrededor del personaje interpretado por Alfredo Landa, puesta en imágenes para su lucimiento, resulte un intento fallido por mostrar un mundo que desaparece y al que Betriu regresará con mejor fortuna en el documental Mónica del Raval (2009).