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El padre y el hermano de un joven apasionado por la danza intentan reconducir su vida para que se haga cargo del negocio familiar. Lo que les preocupa en el fondo es la indisimulada homosexualidad del joven.
GÉNERO: Homosexualidad,Música
Diferente (Luis M. Delgado, 1961)
Diferente es el primer manifiesto desembozadamente gay de la cinematografía española. Acaso por esta condición pionera, su valoración suele circunscribirse a la tosquedad de algunas de sus metáforas visuales y al valor sociológico de que un título de estas características burlara los filtros de la férrea censura de la época.
Desde luego, no se puede negar la contundencia de esa mirada que el atribulado Alfredo (Alfredo Alaria), dirige a un fornido trabajador con un taladro en la obra en la que su padre (Manuel Monroy) y su hermano (Manuel Barrio) pretenden que enderece su vida de bailarín pendenciero. Ni la imagen final: el protagonista abrazado a un tronco de arbol pidiendo a los cielos que le ayuden a superar su "diferencia", petición a la que los cielos responden con una lluvia purificadora.
Estamos, por tanto, en el terreno del melodrama. Alfredo Alaria figura como director de la película -argumento, coreografía, protagonismo absoluto...- pero la responsabilidad de la puesta en escena -entendida al modo francés- recae en Luis M. Delgado, un especialista en direcciones compartidas. Hombre preocupado por su oficio, artesano consciente, conocedor de lo que se hace en otros lugares del planeta cinematográfico, Delgado recurre a las soluciones ya probadas por Douglas Sirk en Universal y Vincente Minnelli en M-G-M. Se le podrá reprochar cierto mimetismo, pero el cine de género en España siempre se ha alimentado de modelos foráneos y nadie se ha rasgado las vestiduras. Lo que importa es la pertinencia de la plantilla.
Estamos, por tanto, ante una película profundamente formalista, con una formulación absolutamente estilizada, en la que el rostro -irreal, debido al maquillaje- y el cuerpo -musculado, sudoroso, siempre tenso- de Alfredo Alaria ocupan el centro del encuadre. La iluminación, a base de filtros de colores puros, resulta tan abstracta como los planos de los conductores al volante, que nunca pretenden hacerse pasar por otra cosa que lo que son: metáforas de un conflicto interior. Color, encuadre y montaje reundan en esta evacuación de el sentido literal de las imágenes para ahondar en su condición de metáfora dolorosa de la "diferencia".
Y llegamos así al segundo código genérico que suele pasar desapercibido al analizar Diferente: el musical. La cita de Minnelli no era vana. Como en The Pirate (El pirata, Vincente Minnelli, 1948) los números musicales son expresión de las fantasías liberadoras del bailarín y coreógrafo Alfredo. Se trata de números de producción adscritos al "kitsch" latinoamericano promovido por Hollywood y que encaja perfectamente en la política propagandística del régimen sobre la Hispanidad. Asistiremos así a coreografías de influencia argentina -la nacionalidad de Alaria-, andina, brasileña o afrocubana. Alaria rinde pleitesía al estilo atlético de Gene Kelly pero se pliega a las necesidades espectaculares de los respectivos ballets.
El contrapunto son los clubs canallas donde Alfredo se entrega a coreografías catárticas como el vudú o a peleas dancísticas que suponen la sublimación sado-masoquista de sus contradicciones. En dúo ocasional con Sandra Le Brocq, reciclará aquí algunas enseñanzas de Stanley Donen -cómplice habitual de Gene Kelly-, pero, sobre todo de la seminal West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961).
Diferente marca un hito en la historia del cine español (y latinoamericano) no sólo por su tratamiento de la homosexualidad en un momento histórico profudamente represivo, sino por el modo en que hace suyos los códigos del musical y el melodrama para representar lo irrepresentable.