Los viajes escolares (1974)

Los viajes escolares (Jaime Chávarri, 1974)

Antes de dirigir El desencanto (1976), la película que le pone en el candelero, Jaime Chávarri tiene una amplia experiencia como ambientador, ayudante de dirección y, sobre todo, director de un par de largometrajes en súper-8 que definen su mundo más de lo que cualquiera de sus películas posteriores. Además, pasa por la Escuela de Cine y trabaja en TVE. Debuta como director profesional realizando uno de los cuatro sketchs de Pastel de sangre (1971) y aborda luego un proyecto personal, financiado con dinero familiar y utilizando comocasi único decorado la caa de su abuelo en Segovia.

Los viajes escolares prolonga el mundo hermético de sus súper-8s y ofrece la autopsia de una familia disfuncional, al igual que el documental sobre los Panero.

Óscar (Bruce Robinson) es un joven con problemas mentales que a sus veinticuatro años no ha acabado aún el bachillerato. Cuando lo hace, regresa a la finca familiar: un auténtico zoológico de abuelos, tíos, primos...

También hay dos extraños. Óscar se trae a Carlos (Ramiro Oliveros), su profesor de matemáticas, y en la casa vive Oliva (Maribel Martín), una enfermera que cuida a la abuela. Entre los tres se va tejiendo una extraña relación, que se entrelaza con el descubrimiento por parte de Carlos de los secretos de la famila: un puzzle que nunca termina de componerse. La metáfora de una España encerrada en sí misma que ahoga a sus propios hijos resulta, no obstante, diáfana aunque Los viajes escolares no se agota en ella.

El sueño de los caballos, las viejas películas familiares, las canciones cantadas a coro por toda la familia, los diálogos literarios y un sentido de la elipsis que rehuye el lugar común muestran al tiempo la osadía de Chávarri como cineasta y su insolencia como súbdito de un régimen que se desmorona.