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Sobre las mujeres de Puebla de Arriba pesa la maldición de la esterilidad. Desafiando a la maldición Juan, de Puebla del Valle, se casa con Cruz. Juntos marchan a la serranía cercana donde él trabaja como carbonero.
GÉNERO: Social,Drama
Sierra maldita (Antonio del Amo, 1954)
Sobre las mujeres de Puebla de Arriba pesa una antigua maldición que las condena a la esterilidad. Juan (Gustavo Rojo), hombre de una pieza de Puebla del Valle está dispuesto a desafiar esta superstición y casarse con Cruz (Lina Rosales), a pesar de la oposición de su padre.
Apoyados por el cura, los jóvenes se casan e intentan vivir en Puebla de Arriba, donde han construido su casa. Pero el hostigamiento del resto de las mujeres y el acoso al que somete a Cruz, Lucas (José Guardiola), vecino del mismo pueblo y antiguo pretendiente, obligan a la pareja a dejar el pueblo. A fin de ahorrar y poder mudarse deciden pasar el invierno en la sierra, con una partida de carboneros. Juan va amoldándose poco a poco al duro trabajo y Cruz ayuda con las comidas y la intendencia.
El día que Juan debe bajar al pueblo para comprar provisiones, Lucas intenta forzar a Cruz. El resto de los carboneros les siguen hasta la Niña Negra, una peña horadada por un laberinto de cuevas del que nadie regresa.
Sierra maldita parte de un guión de Alfonso Paso y José Luis Dibildos, resuelto con una gran solvencia por Antonio del Amo. Más que el western o las películas sicilianas de Pietro Germi, pesa en su concepción un componente trágico de raíz lorquiana y el cine indigenista del 'Indio' Fernández. La fotografía de Eloy Mella y Sebastián Perera remite constantemente al trabajo de Gabriel Figueroa, con sus mujeres con tocas contra cielos cuajados de nubes. También la utilización de los bailes populares y los amores malditos evocan la utilización que de ellos hace el 'Indio' en María Candelaria / Xochimilco (1943).
Antonio del Amo crea, a partir de estos mimbres prestados, una película con personalidad propia. Las imágenes logran transmitir la resonancia mítica que el libreto sugiere y hay secuencias memorables, como la persecución en la noche o el duelo con hachas, que no están reñidas con otras de corte más documental sobre el trabajo de los carboneros. Destaca también la utilización de la música popular con intención antropológica y, ocasionalmente, simbólica, que transciende el uso folklórico-ilustrativo que suele tener en otras películas de esta época de ambientación andaluza.
No es complicado establecer una lectura en clave metafórica de la cinta, a partir de la idea de las dos Españas enfrentadas después de la Guerra Civil. Conscientes de ello y haciendo caso al censor que pensaba que en la nueva España no había lugar para supersticiones, los libretistas terminaron situando la acción en 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera.