El alquimista impaciente (2002)

El alquimista impaciente (Patricia Ferreira, 2002)

A Bevilacqua y Chamorro (Roberto Enríquez e Ingrid Rubio) les encomiendan el esclarecimiento de la muerte de Trinidad Soler en un motel durante lo que aparentemente ha sido una relación sexual con una prostituta rusa bien aliñada con alcohol y drogas. Sin embargo, el hecho de que el fallecido trabajara en el departamento de protección radiológica de una central nuclear hace que la prensa airee el caso y la investigación de los dos guardias civiles esté sembrada de escollos. A lo largo de la misma irán aflorando las relaciones del difunto con su mujer (Adriana Ozores), constructores cautivadores (Miguel Ángel Solá), con sus compañeros de trabajo en la central (Chete Lera)... Una venganza aplazada, el vértigo del dinero fácil y la corrupción asociada a cualquier clase de poder están en el origen del crimen. O sea, que todo iría sobre ruedas si la literalidad de la adaptación no denotara la falta de confianza de la guionista y directora en una trama razonablemente bien armada y en unos intérpretes que dan lo mejor de sí mismos cuando deben lidiar con unos diálogos recargadamente literarios. Sólo la mirada de Ingrid Rubio parece escapar a este estigma, porque el monólogo interior de Bevilacqua y una conversación durante un viaje en coche terminan por convertir la redundancia en figura de estilo.

Quince años después, los personajes de la exitoso ciclo literario de Lorenzo Silva volverán a la pantalla en La niebla y la doncella (Andrés Koppel, 2017).