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Un hombre muere sin decir donde ha escondido su fortuna.
GÉNERO: Drama
La hija del mar (Antonio Momplet, 1953)
La historia de Águeda (Mercedes de la Aldea) es el cuento de la Cenicienta. El tío Roque (Manuel Luna) la admitió junto a Mariona (Isabel de Castro) cuando murió su hermano, que había criado a ambas juntas a pesar de que Águeda es "hija del mar" porque allí la recogió.
Han pasado los años. El ambicioso tío Roque no ha conseguido encontrar la fortuna que su hermano dejó escondida en la leñera. A pesar de eso, ha conseguido enriquecerse explotando a los pescadores del pueblo. Del único que no tiene queja, pues es joven y trabaja de firme, es de Tomás Pedro (Virgilio Teixiera). No sabe que éste tiene una relación clandestina con Mariona, con la cual pretende que se case su hijo legítimo. Pablo (Carlos Otero) es un tullido cuyo sueño sería hacerse a la mar. Mariona lo soporta por el ointerés, porque pretende que el tío Roque la dote con todo lo que fue de su padre, incluida la fortuna escondida. El tío Roque niega que ésta exista, a pesar de que Águeda asistió a la confesión de su padre adoptivo. A ella poco le importa porque se pasa el día limpiando y atendiendo los caprichos de Mariona y cumpliendo las órdenes del tío Roque.
Para que no les descubran en uno de sus encuentros nocturnos, Tomás Pedro se esconde en la habitación de Águeda, lo que hace que la chica piense que siente algo por ella. El siguiente paso para acallar las sospechas del tío Roque y de Carlos, alentadas por la celosa Catalina (Juny Orly) es fingirse novio de la ingenua hija del mar, quien terminará de un modo trágico, al igual que su hermanastra, la instigadora del drama. La redención de Tomás Pedro por amor y su vuelta al seno de la iglesia están poc completo ausentes de la obra de Ángel Guimerá, pero resultan consecuentes con el momento en que Iquino produce la película, poco después de la celebración en Barcelona del Congreso Eucarístico Internacional.
A pesar de la ambientación marinera, Mariona es una genuina femme fatale y la fotografía en claroscuro de Emilio Foriscot potencia también ese entrecruzamiento entre el drama rural y el noir por cual la cinta transita a lo largo de todo su metraje. Momplet y el operadortrabajan sistemáticamente con la profundidad de campo y los contrapicados, con decorados dotados de techo diseñados por Juan Alberto. La interposicón de objetos en primer término y el recurso a los reencuadres dibujan un barroco diseño formal. A mayor abundamiento, en muchas ocasiones, figuran en los decorados también redes que simbolizan la reclusión de los personajes, prisioneros de sus pasiones.