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Tras asesinar al amante de su mujer, un hombre busca refugio en un cafetín del puerto donde conoce a un veterano estibador.
GÉNERO: Drama
Barrios bajos (Pedro Puche, 1937)
Ricardo (Rafael Navarro) busca refugio en el puerto de Barcelona después de matar al amante de su mujer. Floreal (José Baviera), traficante de cocaína y proxeneta, intenta averiguar qué es lo que busca en los barrios bajos, pero un estibador al que salvó de una condena, El Valencia (José Telmo), accede a esconderle. Entretanto, una alcahueta (Matilde Artero) trae al cafetín a una muchacha ingenua llamada Rosa (Rosita de Cabo), a la que Floreal pretende prostituir.
Drama de los de meretricio y drogadicción, Barrios bajos aprovecha estos ganchos y la intriga criminal para proponer la solidaridad interclasista como única vía de escape del ciclo capitalista en el que amor y diversión se pagan en moneda contante y sonante. El Valencia es un héroe de la clase trabajadora. Cuando la policía le pide su documentación, él presenta su gancho de estibador: para un obrero no hay mejor identificación que su herramienta de trabajo. Pero también es un noble bruto, que se sacrificará para librar a la joven pareja de un destino aciago: ella, el burdel; él, el presidio.
A pesar de algunas reminiscencias del realismo poético francés -el ambiente portuario, los músicos callejeros, el refugio claustrofóbico...-, la cinta no terminó de convencer al público deseoso de evadirse del conflicto bélico ni a los responsables del Sindicato de la Industria del Espectáculo de la CNT que había promovido su producción. Tampoco el público contemporáneo parece sentirse especialmente atraído por los elementos folletinescos de la trama que proporcionan a la película buena parte de su encanto. También es cierto que los decorados delatan su condición de tales y que la continuidad con las escenas rodadas en el puerto y la ciudad resulta perjudicada por este detalle, pero tampoco difiere en eso de otras producciones más o menos coetáneas, como Don Qunitín el amargao (Luis Marquina, 1935), que constituyeron un auténtico éxito de público.
Algunas viñetas , como todo el segmento de la trata de blancas y el cliente del prostíbulo que abandona la habitación tras ver pasar por la puerta el ataúd de una prostituta recién fallecida, tienen genuino sabor expresionista por mucho que resulten extemporáneas al argumento.