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Cuatro chicas comparten piso en el centro histórico de Madrid. Cada una de ellas tiene sus propias aspiraciones.
GÉNERO: Comedia,Drama
Eva 63 (Pedro Lazaga, 1963)
La Venus del espejo de Velázquez expone a los espectadores una serie de tópicos sobre las mujeres acuñados por varios personajes históricos. Con el fin de poner las cosas en su sitio, Eva 63 presenta a cinco mujeres "de hoy" que comparten piso en la madrileña Plaza de Oriente.
Elena (Laura Valenzuela) es una aspirante a escritora que fuma demasiado, Mara (Elisa Montés) una amante de las fiestas que nunca se acuesta antes de amanecer, Charo (Ángela Bravo) soñadora irrecuperable con galanes hollywoodenses, Soledad (Soledad Miranda) la artista recién llegada de Andalucía dispuesta a triunfar y Eugenia (Elvira Quintillá), tía de ésta y la mayor de ellas, quien, además de trabajar en una casa de alta costura, ejerce la función de madre comprensiva y cariñosa.
Como en otras películas de Lazaga, hay un hombre para cada una de ellas. El de Eugenia, en el pasado, fallecido u olvidado. Mara está encandilada con Miguel (Jorge Rigaud), un hombre acaudalado, maduro y juerguista que, al descubrir que padece un cáncer terminal, decide casarse con ella y legarle su fortuna. Charo está ennoviada con el tontorrón de Luis (Ángel Ter) en una relación sin un futuro claro porque en el hotel en el que trabaja se hospeda un famoso actor estadounidense (Juan Barbará) por el que haría cualquier locura. En su ambición por entrar en el mundo del cine Soledad orilla la prostitución y termina cayendo en manos de Paco (Manuel Peiró), un ayudante de dirección cinematográfico que le ha conseguido un papelito en una españolada. Y, por último, está la relación de Elena con Fernando (Jesús Puente), un pintor con ínfulas de genio, tan inútil e intratable como egoísta.
Pero, al contrario que en otras películas de Lazaga –Muchachas de azul (1957) sería el ejemplo más claro- los hombres no suponen el deseado final feliz para estas cinco mujeres. Por ello, el tono genérico está más cerca del drama que de la comedia. Estos se centran en la sátira del mundo del cine, con su galán homosexual, sus mistificaciones al rodar en exteriores y la impostura del doblaje. Los finales de las cinco historias son agridulces, aunque el que se elige para clausurar el relato es el más trágico.
El otro punto destacable es la fotografía –firmada por Eloy Mella- en blanco y negro y pantalla panorámica, lo que le proporciona a Eva 63 un cierto aire de familia con producciones coetáneas italianas y francesas. Claro que, lo que en aquéllas se puede decir, no conviene en España. Suficiente osadía es ya mostrar en la cama a Elena y a Fernando sin que medie vínculo matrimonial o que Soledad se quede embarazada. Es por ello que el mensaje moralizante, puesto en boca de la escritora, resulta tan ajeno al planteamiento. Si el organismo censor tuvo que ver en ello o fue decisión acomodaticia de los guionistas es algo que ignoramos.