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Un pelotón es enviado al frente, pero los hombres mantienen relaciones más o menos cordiales con el enemigo.
GÉNERO: Guerra Civil Española
Posición avanzada (Pedro Lazaga, 1966)
Dice el proverbio que unos cardan la lana y otros se llevan la fama. La celebridad de La fiel infantería (1960), basada en la novela homónima de Rafael García Serrano, ha oscurecido un tanto los logros de Posición avanzada, que Lazaga dirige cinco años después sobre un argumento de Ángel del Castillo.
La acción arranca a orillas de un río donde Juan Ruiz (Manolo Zarzo) ha reconstruido su vida trabajando en una presa. Su hijo encuentra un casco agujereado en alguna acción durante la Guerra Civil, unos quince años atrás. Juan revela entonces que conoce al que lo llevaba y lo vio morir, como a otros compañeros. Su mujer (Ángela Bravo) le reprocha que le cuente al chico “esas cosas”, pero el caudal de los recuerdos fluye ya incontenible.
Retrocedemos entonces al momento en que el pelotón es destinado al frente. Entre sus compañeros destacan: Vélez (Enrique Ávila), el cabezón, dueño del casco; el cabo Pando (Marcelo Arroita-Jáuregui); el filósofo Martí (Manuel Tejada), de convicciones liberales; el tímido Leandro (Jesús Colomer)l… Todos ellos están a las órdenes de un alférez bisoño (Manuel Manzaneque) y del veterano sargento Ayuso (Antonio Ferrándiz), construido a imagen y semejanza de cualquiera de los que pueblan el ciclo dedicado a la caballería de John Ford.
Apenas hacen el relevo en “Villa Sartén”, que es como se conoce al tramo de trincheras que recorre el río frente al enemigo, el sargento propone una pequeña tregua a los del la otra orilla. Se procede al intercambio de provisiones, a la pesca con explosivos en el río y al intercambio de información entre quienes son del mismo pueblo. Es ésta situación la que ha hecho ver a algunos en la película de Lazaga un antecedente de La vaquilla (Luis G. Berlanga, 1985), cuando la realidad es que el guión de Berlanga llevaba dando tumbos por las covachuelas de la Censura desde principios de la década de los cincuenta.
Sin embargo, la tranqulidad va a durar bien poco. Los paisanos de la otra orilla van a ser relevados por las Brigadas Internacionales y los brigadistas ni respetan la tregua ni se avienen a razones. Cuando por din se produzca el enfrentamiento definitivo el sargento lo expondrá con diáfana claridad en la arenga a sus hombres:
-¡A por ellos, que son pocos y no hablan español!
La supuesta reconciliación que la película esgrime como argumento en el marco de las celebraciones de los “25 Años de Paz” pasa por la tergiversación del origen de las fuerzas enfrentadas. Catalanes, cántabros, sorianos… entre los que anhelan la paz en ambos bandos y un puñado de sanguinarios comunistas procedentes de Francia y Alemania como enemigos a exterminar. La partitura de Antón García Abril, interpretada a la guitarra por Regino Sáinz de la Maza, intenta apuntalar esta misma idea.
Juan cruzará el río para poner a salvo a su mujer y a su hijo recién nacido, pero regresará una vez cumplido su cometido, haciendo bueno el juicio del sargento que nunca ha creído que estuviera en su ánimo desertar. Es la única mujer que aparece a lo largo de todo el metraje, al contrario que en La fiel infantería, donde los amores y desamores de la retaguardia constitutían el meollo del metraje.
Pero la interpretación torticera de la naturaleza del conflicto no agota la película. Rodada en Superscope y en blanco y negro, Lazaga y el operador Cecilio Paniagua convierten las panorámicas horizontales y travellings a lo largo de las trincheras en el principal recurso para describir las relaciones dentro del propio grupo con el enemigo. Cobrará así inusitado valor expresivo una panorámica vertical que muestra un fusil que se eleva al cielo en brazos de uno de los fallecidos o el largo movimiento que cierra la película descubriendo los cadáveres de los miembros de la escuadra, cuya acción heróica no se ve recompensada con la victoria.