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Carmela y Paulino, variedades a lo fono, se encuentran tras las filas del ejército sublevado cuando creían estar en territorio controlado por los republicanos.
GÉNERO: Guerra Civil Española
¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990)
¡Ay, Carmela!, de José Sanchis Sinisterra, es una de las obras de la cartelera teatral mejor recibidas por la crítica y el público durante la temporada 1987-88. La pone en escena José Luis Gómez, que también la protagoniza junto a Verónica Forqué. Como la comedia se hace centenaria en representaciones se suceden en el reparto Manuel Galiana, Kiti Mánver y Natalia Dicenta.
La película se construye sobre un guión de Rafael Azcona y supone el reencuentro del guionista con Carlos Saura después de una década larga de separación. No obstante ¡Ay, Carmela! es un encargo del productor Andrés Vicente Gómez en el que, según confesión propia, el guionista pone su oficio al servicio de la adaptación. Ya no existe la comunión de intereses que alumbró sus obras más conjuntadas: Ana y los lobos (Carlos Saura, 1972) y La prima Angélica (Carlos Saura, 1973). La referencia a ésta última no es ociosa porque Azcona no sólo “airea” la pieza de Sanchis Sinisterra sino que reordena totalmente su estructura.
Hasta que no han transcurrido cuarenta y cinco minutos de película no se hace referencia directa al texto de Sanchis Sinisterra, cuando Paulino suelta de carrerilla la relación de grandes artistas italianos: Puccini, Boccherini, Rossini, Mussolini… En la versión teatral Carmela ha muerto al empezar la representación. Sus apariciones fantasmales ante Paulino o las invocaciones involuntarias por parte de éste provocan la reinterpretación de lo sucedido durante la “velada patriótica” en la que ella perdió la vida. Quince años después de Angélica, Azcona y Saura se decantan por el tiempo presente. Ya hicieron encaje de bolillos con la memoria cuando les tocaba. Ahora importa la peripecia. Quedan inalterados los rasgos esenciales de la pareja protagonista, los dos miembros de la compañía de variedades “Carmela y Paulino, variedades a lo fino”, pero el resto de presencias cobran vida. El teniente Ripamonte, que en la obra sólo se hace presente mediante la luminotecnia –firmada por Mario Bernedo- adquiere en la película todos los atributos del fascista italiano en la interpretación de Maurizio de Razza.
Azcona ahonda donde le interesa: el hambre, el miedo, el sueño... El rancho de los italianos, la gasolina para el camión, unos aviones que pasan, una cama de verdad. Así, lo que en la versión teatral es una reflexión sobre la memoria histórica deviene en la pantalla una construcción hacia el momento de rebeldía contra la indignidad que protagoniza Carmela. En tanto que en el epílogo de la comedia un Gustavete converso al fascismo –nuevo Lucien Lacombe- hace fregar el escenario a Paulino, en la película deja su pizarrín a modo de lápida sobre la tumba de Carmela. Por su encarnación de este personaje recibe Gabino Diego el Goya a la Mejor interpretación masculina de reparto en 1991.