La mano de un hombre muerto (1962)

La mano de un hombre muerto (Jesús Franco, 1962)

La baronesa Von Klaus (María Francés) revela en su lecho de muerte a su hijo Ludwig (Hugo Blanco) la existencia de una cueva secreta donde su antepasado obtenía un refinadísimo placer en torturar hasta la muerte a las muchachas de la vecina cilla de Holfen. Max Von Klaus (Howard Vernon) es el principal sospechoso de unos asesinatos que se siguen reproduciendo en la actualidad y tras cuya pista andan un veterano inspector de policía (Georges Rollin) y el reportero de un semanario de sucesos (Fernando Delgado).

Entre las candidatas a víctimas, la novia de Ludwig (Paula Martel), la propietaria de la posada local (Ana Castor) y la camarera del local (Gogó Rojo). Como sospechosos, además de los Von Klaus, objeto de la maldición: dos vagabundos (Serafín García Vázquez y Manuel Alexandre) y un siniestro psiquiatra interesado en las historias de fantasmas (Ángel Menéndez). El suspense está servido.

Como en otras ocasiones, Jesús Franco se las arregla para reproducir atmósferas siniestras con dos reales y para recrear paisajes exóticos con dos planos de archivo y un uso imaginativo de las localizaciones que hubiera a mano. Al igual que en Gritos en la noche (Jesús Franco, 1962), argumento y ambientes mezclan en alegre promiscuidad elementos del ciclo terrorífico de la Hamer Films, los krimis alemanes inspirados en Edgar Wallace y algún retazo del gótico a la italiana. La inspirada fotografía de Godofredo Pacheco, en pantalla ancha, ayuda a redondear el efecto. La copia francesa contiene al menos una escena que nunca se pudo ver en España.