¡Vivan los novios! (1970)

¡Vivan los novios! (Luis G. Berlanga, 1970)

Con producción de Cesáreo González, Berlanga y Azcona deciden soltar a un señor de Burgos (José Luis López Vázquez) en la turística Sitges para que eche una canita al aire antes de contraer santo matrimonio con la propietaria de una tienda de souvenirs (Laly Soldevila).

Dos carencias confluyen en el ánimo de Berlanga a la hora de enjuiciar la película: el tartazo al cadáver de la madre, cortado por orden de la censura, y el final, en el que el cortejo fúnebre visto desde el aire debía adoptar la forma de una araña, abortado en el rodaje por el jefe de producción, Marciano de la Fuente.

En la balanza contemporánea pesa más la construcción de los personajes de los hermanos, el espabilado Pepito (José María Prada) y el amnésico (Manuel Alexandre), todavía más espabilado que su hermano. Ellos son los depredadores naturales. López Vázquez soporta el peso del dolor, de la muerte de su madre y de unos zapatos que le vienen estrechos.