Wenceslao Fernández Flórez

Sobre el perfil

Nacido en La Coruña en 1884, Fernández Flórez es una figura clave para la cabal comprensión de la literatura humorística en los primeros años del siglo XX. El escritor es uno de los primeros autores españoles que deja entrever en sus textos el“humor puro” aunque sin dejar nunca de lado una intención satírica que mezcla con una orientación levemente melancólica o desengañada (“hondamente desesperanzada” , en sus propias palabras). A grandes rasgos, es este contexto el que permite desarrollar a Fernández Flórez su corpus literario más significativo, durante los años veinte y la primera mitad de los treinta. Antes de la guerra Fernández Flórez es un reputado escritor y articulista muy admirado por un sector por lo general joven de lectores, lo que provoca una curiosa “carrera” por su adaptación al cine. Cuenta el biógrafo de Antonio Román la competencia que éste establece con Rafael Gil cuando ambos son sólo aspirantes a cinematografistas por llevar a la pantalla las obras del escritor. Gil piensa ya en adaptar Huella de luz y El hombre que se quiso matar, mientras que Román opta por La casa de la lluvia y Un cadáver en el comedor. Entretanto, otro autor se adelanta en la iniciativa: Edgar Neville realiza en 1935 su versión de El malvado Carabel, en la que nos detendremos más adelante. La huella de Fernández Flórez en el cine español se hace mucho más profunda a partir de los años cuarenta, cuando dos factores lo colocan en pleno centro de la vida cinematográfica del país. El primero, que el escritor es miembro activo de la Junta de Censura, lo que facilita enormemente la pelea contra la burocracia franquista para ver aprobados los guiones. El segundo, que Fernández Flórez fuera amigo personal del Generalísimo. Con un pie en la temida burocracia censora y con otro en “La Codorniz”, Fernández Flórez no tarda en el convertirse en humorista señero del primer franquismo. En consecuencia, el cine español abre una vía muy frecuentada en la que las adaptaciones de sus obras se suceden en las pantallas y merecen recompensas en forma de premios sindicales o calificaciones de Primera. Parten, eso sí, y como señalábamos antes, de obras publicadas en la década de los veinte. Porque productores y directores saben que ha sido entonces cuando los ácidos retratos del hombre medio de Fernández Flórez han alcanzado la maestría. Pero también que, en los nuevos tiempos, su adaptación a la pantalla sólo puede conseguirse mediante una abultada labor de maquillaje, conseguida “al precio de suavizar espinas y depilar pelambres” , en palabras de Julio Pérez Perucha. El resultado es una larga serie de comedias elegantes con indudables tonos de qualité, en la que aparecen, suavemente difuminados, los rasgos marca de la casa Fernández Flórez.

Fuente: DQVlapeli