Último día (1952)

Último día (Antonio Román, 1952)

La salva de aplausos que saluda la interpretación de Rafael Osuna (Enrique Diosdado), primer actor y empresario de una compañía lírica, impide que el público escuche un disparo. En el foso, bajo el escenario, aparece el cadáver de Carmen Beltrán (Pilar Lorengar). Junto a ella está Elena Pardo (Elena Barrios), su rival en la compañía, con las manos manchadas de sangre.

La compañía parte al día siguiente para América y el crimen ha tenido que cometerlo alguno de sus integrantes. Se encargan de la investigación contrarreloj el comisario Pérez (Pepe Isbert) y su ayudante, el agente Molina (Manolo Gómez Bur). Las primeras averiguaciones se centran en tres miembros de la compañía: Elena, el transformista apodado “Profesor Lorenzo” (Fernando Sancho) y el hombre que se encarga de la cartelería y de la facturación de los baúles (José María Seoane).

Como es habitual en las películas de este género, los flashbacks que cuentan los antecedentes de cada uno de los sospechosos puntúan la investigación policial y se alternan con los números musicales, consagrados en esta ocasión a lucir las habilidades canoras de la soprano Pilar Lorengar. Sin embargo, acaso por cierta nostalgia de la época en que rodara Intriga (1942), Antonio Román focaliza el guión de Amando de Ossorio –al parecer, bastante alterado desde su concepción original- en las prestaciones cómicas de Isbert y Gómez Bur, de modo que las situaciones absuras se dan la mano con las que revisten el mayor dramatismo. El comisario es plenamente consciente de la distancia que le separa de los detectives de las novelas y Rafael Osuna juega consigo mismo a las cartas frente a un espejo. Es un juego de sugerencias que Román apunta, pero que no logra llevar hasta sus últimas consecuencias.