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Nuestro agente en Casablanca (Tulio Demicheli, 1966)
No se rompió mucho la cabeza el autor de bolsilibros Juan Gallardo Muñoz cuando pasó de colaborar con Bruguera y Toray a escribir para la editorial Rollán de Madrid. Si en la primera era Donald Curtis y en la segunda como Johnny Garland, su nom de plume en esta última sería Curtis Garland. Como tal crea un personaje inspirado en el James Bond de Ian Fleming. Se trata de Brian Kervin, el agente M-31 del Departamento de Justicia de Washington.
En su primer contacto con el público M-31 ha de enfrentarse con un peligroso asesino con una mano biónica. El relato se titula Dedos de plata y aparece en la colección FBI Club de Rollán en 1965. A esta aventura le seguirán otras como Un millón de rostros, M-31 jaque mate o M-31 contra la Doctora Muerte. Pero es la primera la que los guionistas italianos Fulvio Gicca y Vittoriano Petrilli se encargan de adaptar para la coproducción que dirigirá el bonaerense afincado en España Tulio Demicheli.
La intriga –plenamente inscrita en el filón 007, subsección “fantaspionaggio”- sigue las aventuras de Brian Kervin (Lang Jeffries) en Marruecos, cuya misión es recuperar un dossier en el que aparecen datos comprometedores sobre el pasado nazi de un dictador asiático que colabora con Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Los alemanes tienen a sueldo a un asesino (Paco Morán) con una mano de plata que produce descargas eléctricas letales, con el que Kervin deberá enfrentarse una y otra vez. Pero no es el más peligroso de sus contrincantes porque hay tres mujeres interesadas también en el dossier: Nadja, la secretaria marroquí de la embajada alemana (Olga Omar); Ingrid van Heufen (Thea Fleming), la ambiciosa viuda del primer agente asesinado al intentar hacerse con los papeles; y la bailarina libanesa Zara (Barbara Nelli). Ninguna de ellas es lo que parece y terminarán teniendo un protagonismo inusitado en una película de este género, donde los personajes femeninos suelen durar lo que un rato de amor.
Este capricho –llamarlo alegato sería excesivo- protofeminista, las derivaciones fantastique de la trama, el intenso regusto pulp que destila el conjunto y una sana ironía son las principales bazas de la película dirigida con corrección por Demicheli.