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Las inquietudes de Shanti Andia (Arturo Ruiz-Castillo, 1946)
Santi Andia (Jorge Mistral) recuerda en la vejez las extrañas jugadas que han sido su vida desde el momento en que, con nueve años, la vieja criada (Irene Caba Alba) le anuncia que el ataúd de su tío Juan de Aguirre está vacío. El mítico tío es un pirata y está prisionero en un penal escocés. La acción avanza entonces veinte años, con el regreso de Shanti a la aldea de Lúzaro después de un largo tiempo en alta mar. En la aldea vive un viejo inglés apellidado Sandow (Manuel Luna) con su hija Mary (Josita Hernán), que se le ha aparecido a Shanti como en un sueño. Sandow le revela que es su tío Juan de Aguirre. Cuando muere -esta vez de verdad-, Allen (Jesús Tordesillas), criado y amigo del tío le cuenta a Shanti la historia de sus aventuras en un barco negrero y de un tesoro enterrado en la costa africana. De vuelta al presente queda por resolver la rivalidad entre Shanti y Machín (José María Rodero), relacionado con Juan de Aguirre y querencioso de Mary. Pero también aquí se esconde un oscuro secreto del pasado.
Antes de embarcarse en la dirección cinematográfica con esta película, Arturo Ruiz-Castillo ha sido colaborador de La Barraca lorquiana y ha dirigido y escrito un buen número de documentales. En Las inquietudes de Shanti Andia se hace cargo, además de la adaptación de la novela de Pío Baroja, del diseño de los decorados. Y todo ello con fortuna.
Los únicos peros que se le pueden poner a la cinta son la probreza de algunas retroproyecciones y ese devenir argumental, tan barojiano, que termina siendo uno de los principales atractivos. Sobreabundancia de personajes vivísimos, saltos continuos en el tiempo, pérdida de protagonismo durante largos bloques del personaje titular... Defectos en una narrativa ortodoxa, pero ocasión para otros tantos apuntes de ambiente inesperados en el cine español de la época.
En el epílogo, aparece el propio Baroja, depositario de las remembranzas de Shanti Andia.